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¿Qué Piensa tu Masajista Durante el Tratamiento?

¿Alguna vez te has hecho esta pregunta? Seguro que sí y para que termines con las conjeturas -que deben ser varias-, voy a contarte exactamente qué pasa por mi cabeza mientras estás en sesión conmigo.

Mi principal objetivo siempre es ayudarte a que te sientas mejor y que tengas una experiencia maravillosa de alivio y relajación. Mucha gente cree que uno va a estar pendiente de sus cicatrices, de su acné, o de lo que sea que les cause inseguridad, pero en realidad no es así. Después de años trabajando como terapeuta, uno ya no ve con los ojos sino con las manos. 

Además, es importantísimo crear un entorno de confianza, apoyo y aceptación para que te sientas a gusto conmigo y puedas disfrutar plenamente los beneficios de tu terapia. 

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El masaje desde mi perspectiva

Cuando estás en la sala de tratamiento, solo quiero lo mejor para ti. Me dejo llevar por la música y con mis manos trato de leer tu cuerpo e interpretar cualquier signo de malestar que manifiestes. Para mí el masaje es como una meditación. Intento aclarar mi mente y estar tan presente en el momento como sea posible. Esa presencia y la conexión que logro con cada cliente, es lo que hace que el trabajo sea profundo.

Con algunas personas este lazo es más intenso y, muchas veces, me invade una tremenda sensación de protección, donde no dejaría que nada les hiciera daño. Es extraño de explicar, porque a veces solo nos hemos visto unos minutos. 

En otras ocasiones, puedo sentir lo sobrepasad@s que están -mental y emocionalmente- y durante su masaje lloro y me desahogo por uds. Obviamente, nunca  digo que lloré en el tratamiento, pero una forma fácil de saberlo es la sensación post terapia. Te doy una pista... si después de la sesión sentiste una liberación total, como si te hubiese quitado una tonelada de encima, lo más probable es que haya llorado en tu masaje. En todo caso, no es que absorba esas energías bajas, ellas solo pasan a través de mí y yo exteriorizo lo que tú no te permites hacer.

Otras veces,  quien llora eres tú. No porque yo te haga doler, sino porque finalmente te dejas ir y ya no tienes que pretender que todo está bajo control. Esto pasa mucho cuando alguien se hace un masaje por primera vez. Baja la guardia, se conecta con su yo interno, desaparecen los bloqueos, las emociones empiezan a fluir y también las lágrimas. Por cierto, no es un llanto de tristeza, sino uno de liberación y gratitud. 

Lo que acabo de contar, no es algo que comente a menudo y quizás ni siquiera te habías imaginado que este tipo de cosas pasa en una sesión. Sin embargo, es más frecuente de lo que piensas. A fin de cuentas, todo es un intercambio de energía.

Recibir un masaje es una excelente manera de reconectar con tu cuerpo, te entrega alivio, armonía y descanso. Además, cuando te sientes de maravilla después del tratamiento... también yo. Es una felicidad compartida y hace que mi trabajo sea uno de los más gratificantes.  

Nos vemos pronto

Firma de Patricia

Toma una pausa y regálate un tiempo solo para ti…

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